Los temas de mi interés son variados. En algunas cosas podemos coincidir, en otras no. No necesariamente vamos a ser clones unos de otros pensando de una única forma y sin matices. Yo expongo mis valores, para mi son importantes y son el fruto de casi 40 años de reflexión. Pueden estar equivocados o necesitar un retoque, un aggiornamiento o un nuevo punto de vista. Pero ojo, no siempre lo nuevo es mejor. Y no siempre lo nuevo es justo y honesto. Yo sigo en mi misión autoimpuesta de tratar de exponer porque para mí son justos y honestos los valores que defiendo. Puedo equivocarme, pero lo hare buscando la justicia.

viernes, 2 de marzo de 2012

De promesas incumplidas y discursos de locas


Corría el año 2003 o quizás el 2004. Yo cruzaba a diario el Puente Pueyrredón rumbo a Capital y de vuelta a provincia a diario. Era el camino mas corto a casa. No por eso el más rápido. El problema es que tampoco había muchos caminos hacia casa en provincia. No había un bendito día en que no tuviera un retraso importante a la ida y/o a la vuelta. Cuando no eran los piqueteros cortando en reclamo de mas prebendas, era un accidente provocado por algún tarambana descuidado. Sumado a los miles de otros, que como yo, tomaban el puente a diario rumbo a Capital, el viaje se tornaba largo y tedioso. Un día, lo recuerdo como si fuera hoy, escucho en FM Federal a la locutora, cargada de buenas intenciones decir: “muy pronto se van a acabar las demoras en el Puente Pueyrredón, el Presidente Kirchner acaba de inaugurar las obras del nuevo nuevo Puente Pueyrredón en la ribera de Avellaneda. Acompaño la ceremonia el intendente de Avellaneda Baldomero “Cacho” Alvarez”.
 Paso el tiempo, los meses se volvieron años, como dice el poema, y la obra nunca se concretó. Simplemente quedó en la nada. Y yo, lenta, amargamente, comprendí aquello que políticos como Carrió ya nos habían advertido: a este “pingüino argentino venido de Santa Cruz” le gusta prometer, lo que no le gusta es cumplir las promesas. Llegó a su turno la yegua de su esposa, Cristina, prometiendo trenes balas, inaugurando obras de escuelas, hospitales y bancos de plaza. Y yo sabía que nunca concretarían nada de todo lo prometido. Ya me había salpicado con el guano del pingüino. Y mientras todos decían tener fe en Cristina, tener esperanza y tragarse las promesas de más dignidad, yo me esforzaba por hacerles ver las contradicciones de su “modelo”.
De nada sirvió. No solo se tragaron las mentiras, las chicanas y las promesas. No! la votaron nuevamente el año pasado! Otro trago de la mierda que el kirchnerismo nos proponía. Ya sea por cobardía a que el cambio fuera desfavorable para la economía clase mierdica, o por miedo a perder sus mal ganados subsidios y planes, la pingüina ganó. Prometió, regaló, tiró por la ventana plata a dos manos. Y la gente no solo se salpicó del guano de pingüino, sino que tomo una cuchara y comió ese guano como si fuera pie de manzana.
Reza el dicho  que se puede engañar a algunos un tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Los argentinos nos empecinamos en desmentirlo.
Y así la mentira tuvo frutos: 3, 4, 7, 11, 52 muertos en sucesivos accidentes ferroviarios. Y la cifra va a crecer, porque Cristina, la “pingüina argentina”, está enajenada en su mundo de fantasías. Realmente pienso que cree lo que dice. Se traga sus propias mentiras. Las lee, las elabora hasta que las toma por ciertas. No le cuesta comprar su versión pingüina del diario de Yrigoyen. Y los que la rodean, seres pequeños y miserables como Mariotto o De Vido o Zanini o el tarado de su hijo, Maximo no le hacen “ver” la realidad. Por el contrario, cultivan esta locura, sabiendo que esta mujer enferma es la única –vaya a saber porque- que les garantiza continuar en el poder. Y continuar usufructuando el trabajo de los argentinos de verdad. No de los vagos pagos que van con una bandera u otra adonde lo lleven.
Hoy, lo digo de corazón, siento que SE cómo termina esta película. Conozco el final y hasta el después. Y la verdad, no quiero que pase. Porque lo que no SE, es como evitar que esta historia siga su rumbo hacia ese final. Y es deprimente. Porque hay mucho guano de pingüino para comer todavía. Demasiado.

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