Escuchaba a un periodista decir que en las elecciones que
vienen y en las del 2015 hay una lucha entre dos sistemas de gobierno. Uno democrático
republicano y otro democrático a lo chavista.
¿Y saben que me preocupa?
Que ninguno de los políticos
que participaban en la entrevista dio la respuesta que correspondía dar: No
existe ni puede existir ningún choque de sistemas de gobierno en nuestro país. ¿Por
qué? Porque ese tema queda saldado en cualquier país al dictarse una constitución.
Si existe una pugna de sistemas de gobiernos, es porque un partido o partidos
intentan obrar por fuera del sistema.
La Argentina en 1853 eligió el sistema Republicano,
Representativo y Federal. Punto. Cualquier partido político que decide
participar en las elecciones. Cualquier político que decide postularse a un
cargo público, debe si o si aceptar esto o simplemente retirarse.
No estamos en un país en formación. No es un momento fundante
o refundante, por más que muchos políticos ego maniacos crean que están refundando
una nación. Cualquier argentino que hoy intenta gobernar este país debe aceptar
que ya tiene un sistema de Gobierno y que, si bien se pueden discutir derechos
o actualizar leyes que han quedado retrasadas, el Sistema de Gobierno
Republicano, Representativo y Federal, con la división de poderes en 3 patas
contrabalanceadas no puede ni debe formar parte de ningún intento de reforma.
Es así de simple, así de terminante y así se debería interpretar por políticos y
constitucionalistas. Y no porque yo lo diga, sino porque así debe ser. Nadie empieza a jugar un partido de futbol y a mitad del partido decide cambiar las reglas de juego porque no lo benefician. Nuestro partido empezó en 1853 y se puede cambiar el color de las camisetas, o la tela, pero no decidir cambiar futbol por rugby.
Tristemente, aquellos que deberían demostrar madurez y
sostener el sistema, con su docencia o sus hechos, tienden a destruirlos o
erosionarlos para su beneficio apenas son elegidos. En un país sano, la propia
Corte Suprema debería impedir de oficio cualquier intento de erosionar el
sistema de gobierno que nuestros padres fundadores eligieron para nosotros. En
un país sano. La tristeza es que la podredumbre a la que ha llegado el pueblo y
sus representantes han llevado a una tensa espera sobre una declaración de
inconstitucionalidad de una o varias leyes que debieron ser declaradas de
oficio inconstitucionales en el mismo momento en que fueron votadas. Más aun,
en un país sano, a nadie se le ocurriría votar una ley como la de Reforma
Judicial, que viola todos los preceptos básicos de la división de poderes que
nuestra Constitución consagra. Y nadie interpretaría que cuando se garantiza la
libertad de imprenta en una Constitución votada cuando el único medio era la
prensa escrita, SOLO se garantizaba la libertad de imprenta, sino la de medios.
En
este país enfermo, una Corte blanda, cobarde, acomodaticia y negociadora dejó a
la Republica al borde de una dictadura y hoy condena no solo a los medios y con
ellos a nuestra libertad de expresión, sino que condena nuestros derechos al
socavar el precepto de derechos adquiridos.
Un país enfermo, con políticos incultos, ambiciosos,
enfermos de poder y ansiosos de ocupar el lugar de los que están por el mero
hecho de adquirir el poder que el que estaba antes poseía. Y quizás adquirir
más. Cambiar esas ideas, reencausar el espíritu republicano democrático y
terminar castigando y expulsando o encarcelando aventureros y políticos delincuentes
es la verdadera refundación que este país, asolado y devastado por estos
enemigos de todos, precisa.
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